El glaucoma es una enfermedad ocular que daña el nervio óptico, vital para una buena visión. Este daño suele estar relacionado con una presión ocular elevada, aunque puede ocurrir incluso con una presión normal. Esta enfermedad no tiene cura, y el daño al nervio óptico es irreversible. Sin embargo, con un diagnóstico temprano y tratamiento adecuado, es posible ralentizar o prevenir la pérdida de visión.
El glaucoma es una de las principales causas de ceguera irreversible en todo el mundo. Afecta a más de 2.7 millones de personas mayores de 40 años en Estados Unidos, aproximadamente el 1.9% de esta población. El glaucoma de ángulo abierto, el tipo más común, suele ser asintomático en etapas iniciales. La pérdida de visión periférica es gradual y puede no notarse hasta que el daño es significativo. El glaucoma de ángulo cerrado puede presentar síntomas como dolor ocular intenso, náuseas, visión borrosa y halos alrededor de luces.
El diagnóstico de glaucoma implica una serie de exámenes oculares:
Medición de la presión intraocular: Se utiliza un tonómetro para medir la presión dentro del ojo.
Evaluación del nervio óptico: Se examina el estado del nervio óptico para detectar signos de daño.
Pruebas de campo visual: Evalúan si hay pérdida de visión periférica.
Gonioscopia: Examina el ángulo de drenaje del ojo.
Paquimetría: Mide el grosor de la córnea.